La historia del cine argentino tiene su fecha de inicio el 18 de Julio de 1896, con la presentación cinematográfica de los Lumiére, apenas después de su lanzamiento en París. Al poco tiempo ya empezaron a rodarse las primeras producciones nacionales. Entre otros atractivos, hubo pioneros mundiales en cine científico y de animación.
Artículo del columnista invitado para surdelsur.com
Cine argentino del ’50
Pero la verdadera industria del cine argentino comenzó recién en 1933, con la afirmación del cine sonoro. Los buenos tiempos, cuando las películas argentinas se veían en toda Iberoamérica, duraron hasta comienzos de los años ’50.
Luego, el paulatino cierre de los grandes estudios, el crecimiento de la televisión, el anquilosamiento del cine popular, y el aislamiento de un cine de autor, impusieron otras reglas de juego. Los Isleros (1951)de Lucas Demare, protagonizado por Tita Merello y Arturo García Buhr, es un testimonio de comienzos de la década del ’50.
Se destaca también la calidad del cantante, actor y realizador Hugo del Carril en Las aguas bajan turbias (1952), La Quintrala (1955) y Más allá del olvido (1956).
En 1957 se crearon la Ley de Cine y el Instituto Nacional de Cinematografía (INCA), que desde entonces decide créditos, difusiones… o trabas burocráticas, según la época. Con su respaldo inicial el cine argentino incrementa su producción.
Se afirmaron el polemista Leopoldo Torre Nilsson, que pronto alcanzó fama internacional autor de La casa del ángel (1957) y La mano en la trampa (1961); la dupla Fernando Ayala y Héctor Olivera, creadores del sello Aries, con El jefe (1958) y El candidato (1959).
El cine de la generación del ’60
Tras ellos, llegaron llegaron al cine argentino los miembros de la llamada generación del ’60, ajenos al sistema de estudio, ya demasiado caro y anquilosado.
En esa época se destacaron, Simon Feldman con El negoción (1959), David J. Kohon con Tres veces Ana (1961), Martínez Suárez con Dar la cara (1962), Lautaro Murúa con Shunco (1960) y Alias Gardelito (1961), René Mugica con Hombre de la esquina rosada (1962) sobre un cuento de Borges, y Manuel Antin con La cifra impar (1962), sobre un cuento de Cortázar.
Paralelamente, Fernando Birri impulsaba su escuela de cine documental, con dos trabajos memorable: Tiré dié (1960) y Los inundados (1962), donde la denuncia realista y el humorismo provinciano hacían una buena combinación.
Fruto de esos tiempos sería otro actor, cantante y director: Leonardo Favio, que debutó con un excelente drama, casi autobiográfico, Crónica de un niño solo (1965). Por la misma época Rodolfo Kuhn dirige la película argentina Pajarito Gómez (1965), nominada al Oso de Oro en el Festival de Berlín
Leonardo Fabio suma luego a su filmografía, El Romance del Aniceto y La Francisca (1967) y El Dependiente (1969).
Hacia fines de los ’60 Manuel Antín estrena Don Segundo Sombra (1969). Hacia fines de los ’60 interesó el cine underground de algunos directores de publicidad que experimentaban con el lenguaje.
Sobre todo, interesó el ensayo político de Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino en La hora de los hornos (1968). Ambos cineastas pertenecían al Grupo de Cine Liberación y realizaron un trabajo provocativo e innovador, que obtuvo varios premios de la crítica y del público en el exterior.
Esta película no se proyectó en los cines argentinos, se exhibía forzosamente, en funciones clandestinas como desafío al gobierno militar de turno. Mucho cine de agitación se desarrolló por esos años.
Primavera del cine argentino 1973-75
Entre 1973 y 1975, con un gobierno democrático y una economía medianamente estable, el cine argentino alcanzó grandes éxitos de crítica y boletería, como el drama campero Juan Moreira de Leonardo Favio; La Patagonia rebelde (1974) de Héctor Olivera, una historia de represión; La tregua (1974) de Sergio Renán, un romance de oficina candidato al Oscar; y La Raulito (1975) de Lautaro Murúa. Pero la censura y un nuevo gobierno militar, acabaron con esa primavera.
El cine argentino y su tiempo de revancha
El desquite vendría después, con Tiempo de revancha (1981) de Adolfo Aristarain, la comedia satírica Plata dulce (1982) de Ayala, y el documental La república perdida (1986) de Miguel Pérez.
En 1984 un gobierno radical acabó con la censura y un cineasta de los ’60, Manuel Antin, fue puesto al frente del INCA. Antin, propició el surgimiento de una nueva generación, que pasó a llamarse del Cine Argentino en Libertad y Democracia.
Así surgieron Camila (1984) de María Luisa Bemberg, (otro candidato al Oscar), La historia oficial (1985) de Luis Puenzo, ganador, finalmente, del Oscar, Hombre mirando al sudeste (1986) de Eliseo Subiela, El Exilio de Gardel (1985) de Pino Solanas, La deuda interna (1988) de Miguel Pereira y muchos otros filmes, la mayoría de realizadores jóvenes o postergados que ganaron gran cantidad de premios internacionales, y colocaron sus películas en casi todo el mundo.
Sin embargo, la crisis económica argentina de 1989, con su hiperinflación, terminó también con los nuevos sueños.
Convertidos definitivamente en directores-productores dependientes del subsidio oficial o de la coproducción extranjera, los cineastas argentinos se apoyaron en la ley aprobada en 1995, que obliga al video y la televisión a aportar dinero para financiar películas argentinas. Por lo pronto, continúan surgiendo jóvenes realizadores, de mucha creatividad y bajos presupuestos.
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Referencias:
Todo el material gráfico del presente informe está editado digitalmente. La versión personalizada por surdelsur.com, que se muestra en esta página se realizó en base a los siguientes documentos:
- Museo del Cine [Fotografías] Colección de fotografías de la historia del cine en Argentina gentilmente cedidas por Colección Pablo Ducrós Hicken